“Yo creo que desde muy pequeño mi desdicha y mi dicha al mismo tiempo fue el no aceptar las cosas como dadas. A mí no me bastaba con que me dijeran que eso era una mesa, o que la palabra ‘madre’ era la palabra ‘madre’ y ahí se acaba todo. Al contrario, en el objeto mesa y en la palabra madre empezaba para mí un itinerario misterioso que a veces llegaba a franquear y en el que a veces me estrellaba”
(Julio Cortázar)

lunes, 6 de diciembre de 2010

La verdad sobre las converses rojas



Sevilla ya es definitivamente una ciudad moderna. Lo sé porque su novísimo suburbano ya está repleto de publicidad luminosa de colonias y otros menesteres imprescindibles para estas épocas del año igualando a la moderna París o Nueva York. Lo sé porque la luz navideña recién estrenada en las calles del centro me dice que será imposible pasear sin toparme con un Papá Noel diabético y rugoso repartiendo caramelos, o que no me podré tomar un café sin escuchar el dichoso merry cristhmas de fondo en cualquier Starbucks de la Constitución. En realidad Sevilla no comenzó a modernizarse en la transición. Lo hizo cuando se inauguró el primer Starbucks con sus múltiples cafés: americano, italiano, con azúcar chino, indio… y los sevillanitos salimos a la calle con esos grandes vasos de cafeína con el slogan del lugar. Sí, Sevilla se convirtió en una urbe del siglo XXI cuando abrieron la Fnac, el HyM y el tercer corte inglés de turno. Y hoy nos lo reafirman los voluminosos, fluorescentes y llamativos carteles publicitarios en cada boca de metro.

Pero es allí donde vive el enemigo. Allí, en esos carteles de mujeres esqueléticas promocionando unos mega sujetadores a 19,99 es donde residen y nos miran y se ríen de nosotros porque saben que nos dominan y que podrán chupar, chupar y chupar nuestra sangre hasta desangrarnos. La transición no fue a la democracia, sino al capitalismo. Y los españolitos ya estamos más que acostumbrados a que nos violen hasta desangrarnos, hasta que no quede nada que quitarnos, que robarnos, que exigirnos que les demos. Porque son esos anuncios de modelos musculosos y colonias megacool los que controlan el tablero. Porque son esos anuncios los hijos-hermanos-sobrinos de papá mercado, papá bolsa y papá tren que avanza y avanza con la madera que nosotros le suministramos. Nosotros, que no somos más que una canción de Adam Green en un garito de mala muerte. Baby gonna die tonight, oh yeah. Nosotros que somos el místico sabor de la nada, un bar a las afueras de una ciudad periférica, la prosa de Buckowski, un whisky derramado, americanos obesos convertidos en Bob Marleys muertos de fumar tanta yerba. Of course, baby, die tonight. Somos Bagdad bombardeada, somos un muro de Berlín que nunca llega a caer o que si cae fue de mentira porque el Este ahora también es uno más del tablero: somos un mundo dividido entre los que llevan o no unas converses rojas. Porque somos unas converse rojas brillantes made in China. Sí, somos unas converses pegadas a cuerpos que andan. Cuerpos que gritan feliz navidad porque hace frío y Zara dice que tenemos que salir a la calle con abrigos largos color negro. Porque este año se lleva el negro. O porque Zara lo dice.
Hoy, todos llevamos converses. Hoy todo el mundo compra converses. Hoy los mercados nos atacan, y la sociedad de bienestar serán cuentos que narraremos a nuestros hijos dentro de unos años. Pero hoy todo el mundo compra converses. Porque es Navidad y porque Sevilla ya es una ciudad moderna y yo me pregunto cuánto vamos a tardar en desangrarnos del todo, cuándo va a terminar de quemarse aquel tren que explota cada tantos años y que consigue incendiar cada esquina del tablero. Me pregunto si para la próxima explosión nos quedará sangre, baby gonna die tonight, si quedarán carteles azul eléctrico en la boca del metro, si seguiremos siendo converses pegadas a cuerpos que andan, a cuerpos sin sangre que compran converses rojas, que gritan feliz navidad pero en el fondo son cenizas, pobres cenizas, eternas cenizas de aquel tren manejado por las converses rojas, por las putas converses rojas, las únicas culpables de que vuelva (o no) a estallar este tren, aquel viejo tren: el verdadero conductor de este tablero… baby gonna die tonigth, oh yeah, baby gonna die tonight.

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