“Yo creo que desde muy pequeño mi desdicha y mi dicha al mismo tiempo fue el no aceptar las cosas como dadas. A mí no me bastaba con que me dijeran que eso era una mesa, o que la palabra ‘madre’ era la palabra ‘madre’ y ahí se acaba todo. Al contrario, en el objeto mesa y en la palabra madre empezaba para mí un itinerario misterioso que a veces llegaba a franquear y en el que a veces me estrellaba”
(Julio Cortázar)

jueves, 7 de octubre de 2010

I will survive




I write poetry because if I don't
I will have to think about serious things
(Chelsea Martin)



Jugar a creerme Sartre los viernes por la noche ya no cumple mis expectativas. Antes, lo aliviaba el café con leche, alguna salida nocturna, imaginar que era Europa del este y ella, febrero del treinta y seis. Nunca se me dio bien intercambiar canicas en el patio del recreo, preferí derretirme en otros dientes e ignorar patrones polvorientos de mitología griega. Un día quise ser astronauta y al otro, una llave oxidada. Mi historia soy yo mismo y comienza con mi propia muerte. Crecí escuchando las lágrimas de papá, él nunca quiso tener un hijo poeta. Ahora preferiría deshacerme en el tiempo, fecundar la palabra poesía hasta desangrarme. Y que no quede nada, que no quede... Entonces algo oprime mi garganta, oprime mis labios que no son míos, oprime el azul del niño que nunca fui, me incita a la pe-de-ras-tia . Vuelvo cada noche a tu pedestal insomne, donde se exilian los cadáveres que tienden a la autodestrucción. Quiero aprender a pronunciar mi nombre. Quiero ser la retórica que la muerte esconde. Quiero ser amante de Safo e inventar la geografía como metáfora. Quiero escribir, quiero sentir el palpitar del pulso manchado de café que no cesa de, que no se puede despegar de, que quiero ser alguien entre la frialdad de mis sábanas. Tengo sueño. También quiero sobrevivir. Hoy, solo me queda la palabra.

No hay comentarios:

Publicar un comentario